Principios Básicos de la BIBLIA
ESTUDIO 10: EL BAUTISMO EN JESÚS
La importancia vital del bautismo | ¿Cómo deberíamos bautizarnos? | El significado del bautismo | El bautismo y la salvación | Digresiónes (Repetición del bautismo, El nivel de conocimiento que se requiere antes del bautismo, El ladrón en la cruz, Una muestra del servicio bautismal) | Preguntas

10.1 LA IMPORTANCIA VITAL DEL BAUTISMO

Varias veces en estudios anteriores hemos mencionado la importancia vital del bautismo; es el primer paso de obediencia al mensaje del evangelio. Hebreos 6:2 habla del bautismo como una de las doctrinas más básicas. Hemos dejado su estudio hasta este momento debido a que el verdadero bautismo puede ocurrir solamente después de una correcta comprensión de las verdades básicas que encierra el evangelio. Ahora hemos completado nuestro estudio de estas verdades. Si usted desea llegar a ser un verdadero asociado con la gran esperanza que ofrece la Biblia a través de Jesucristo, entonces el bautismo es una necesidad absoluta.

"La salvación viene de los judíos" (Jn. 4:22) en el sentido de que las promesas concernientes a la salvación fueron hechas solamente a Abraham y a su simiente. Sólo podemos tener esas promesas a nuestro alcance si llegamos a ser en la simiente, por medio de nuestro bautismo en Cristo (Gálatas 3:22-29). Entonces todo lo que es verdadero del Señor Jesús se vuelve verdadero para nosotros. Así Zacarías citó profecías acerca de la simiente de Abraham y David como aplicadas a todos los creyentes (Lc. 1:73,74). Sin bautismo estamos fuera de la relación del pacto con Dios. Por esto Pedro urgió: "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros... para perdón de los pecados" (Hch. 2:38). Solamente cuantos han sido bautizados en Cristo están en él y por consiguiente tienen a su alcance las promesas de salvación hechas a Abraham (Gá. 3:27). Si tomamos parte en la muerte y resurrección de Cristo por medio del bautismo entonces, y sólo entonces, "también lo seremos en la de su resurrección... también viviremos con él" (Ro. 6:5,8).

Por, tanto Jesús claramente mandó a sus seguidores: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio [que está contenido en las promesas de Abraham (Gá. 3:8)] a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo" (Mr. 16:15,16). Una reflexión sobre la palabra "y" revela que creer al evangelio solamente, no puede salvarnos. El bautismo no es una extra opcional en la vida cristiana: es un pre-requisito vital para la salvación. Esto no significa que el acto de bautismo solamente, nos va a salvar. Esto debe ser seguido por una vida de continua obediencia a la palabra de Dios. Jesús enfatizó esto: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Jn. 3:5). Cuando la barrera del pecado es removida, cuando nosotros estamos vestidos de la ‘justicia’ de Cristo, entonces estamos invitados a una relación personal de pacto con Dios.

Este es un proceso progresivo: "Siendo renacidos... por la palabra de Dios" (1 P. 1:23). Por consiguiente, es a través de nuestra continua respuesta a la palabra-espíritu que somos nacidos del Espíritu (véase Estudio 2.2).

Somos "bautizados en Cristo" (Gá. 3:27), en su nombre y en el del Padre (Hch. 19:5; 8:16; Mt. 28:19). Note que somos bautizados en Cristo, no en los cristadelfianos o alguna organización humana. Por el bautismo en él nos volvemos un pueblo llamado del nombre de Cristo, exactamente como Israel fue descrito como teniendo el nombre de Dios (2 Cr. 7:14). Frecuentemente Dios previno que el hecho de que Israel llevara Su nombre les dio una grave responsabilidad de actuar apropiadamente, como sus testigos ante el mundo. Esto mismo es cierto para nosotros los que somos bautizados en ese nombre. Sin el bautismo no estamos "en Cristo" y, por consiguiente, no estamos cubiertos por su obra salvadora (Hch. 4:12). Pedro teje una poderosa parábola sobre este hecho: él compara el Arca de Noé con Cristo, mostrando que como el arca salvó a Noé y a su familia del juicio que vino sobre los pecadores, así el bautismo en Cristo salvará de la muerte eterna a los creyentes (1 P. 3:21). La entrada de Noé en el arca es comparada a nuestra entrada en Cristo por medio del bautismo. Todos los que estaban al exterior del arca fueron destruidos por el diluvio; estar cerca del arca o proclamarse amigo de Noé no tenía ninguna importancia. El único camino de salvación es, y fue, estar dentro de Cristo/arca. Es evidente que la segunda venida, tipificada por el diluvio (Lc. 17:26,27) está cercana a nosotros (ver Apéndice 3). La entrada en Cristo/arca por medio del bautismo es por consiguiente de extrema urgencia. Las palabras humanas realmente fallan en transmitir este sentido de urgencia. El tipo bíblico de entrada en el arca en el tiempo de Noé es más poderoso.

Los primeros cristianos obedecieron el mandato de Cristo de viajar predicando el evangelio y bautizando; el libro de los Hechos contiene el registro de esto. Una prueba de la vital importancia del bautismo se encuentra en la manera como este registro enfatiza que la gente fue inmediatamente bautizada después de entender y aceptar el evangelio (Hch. 8:12,36-39; 9:18; 10:47; 16:15). Este énfasis es comprensible en cuanto se aprecia que sin bautismo nuestro aprendizaje del evangelio es en vano; el bautismo es una etapa vitalmente necesaria para transitar por el camino de la salvación. En algunos casos el registro inspirado parece subrayar que, a pesar de las razones humanas para demorar el bautismo, y muchas dificultades para desarrollar el acto, es tan importante que la gente haga el esfuerzo necesario para vencer todo esto con la ayuda de Dios.

El carcelero de Filipos fue repentinamente sumergido en la crisis de su vida por un masivo terremoto que rompió completamente su prisión de alta seguridad. Los prisioneros tuvieron amplia oportunidad de escaparse, algo que podía haberle costado la vida. Su fe en el evangelio se volvió entonces real, tanto que "en aquella misma hora de la noche... en seguida se bautizó él con todos los suyos" (Hch. 16:33). Si alguien tenía una excusa para demorar el bautismo, era él. El miedo a la ejecución por el descuido de su deber pendía sobre su cabeza, aunque él vio claramente cuál era el acto más importante a desarrollarse en su entera vida y destino eterno. Así que él se sobrepuso a los problemas inmediatos de su mundo circundante (por ejemplo, el terremoto), las presiones de su empleo diario y el trauma nervioso intenso en el que se encontraba —para bautizarse. Más de un candidato al bautismo indeciso puede tomar verdadera inspiración de ese hombre. Que él pudiera hacer tal acto de fe es prueba suficiente de que él ya tenía un detallado conocimiento del evangelio, puesto que tan real fe solamente viene por escuchar la palabra de Dios (Ro. 10:17, compárese Hch. 17:11).

En Hechos 16:14,15 leemos que Lidia estaba "atenta a lo que Pablo decía... y... fue bautizada". Se da por sentado que quien escucha y cree el evangelio será bautizado: el bautismo es visto como una parte inevitable de la respuesta a la predicación del evangelio. No son suficientes las buenas obras: también debemos bautizarnos. Cornelio era "piadoso y temeroso de Dios... hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre"; pero esto no fue suficiente. Tenía que mostrársele que él debía hacer lo que no había hecho: creer el evangelio de Jesucristo y ser bautizado (Hch. 10:2,6).

Hechos 8:26-40 registra que un oficial etíope estudiaba su Biblia mientras iba en un carruaje a través del desierto. El encontró a Felipe quien le explicó extensamente el evangelio, incluyendo el requisito del bautismo. Humanamente hablando, debe haber parecido imposible obedecer el mandato de bautizarse en aquel desierto sin agua. Sin embargo Dios no daría un mandato que Él sabía que alguna gente no podría obedecer. "Yendo por el camino, llegaron a cierta agua", es decir, un oasis donde el bautismo fue posible (Hch. 8:36). Este incidente contesta la sugerencia carente de base de que el bautismo por inmersión era solamente para realizarse en áreas donde había agua abundante y accesible. Dios siempre proporcionará una forma realista para obedecer sus mandamientos.

El apóstol Pablo recibió una visión dramática de Cristo que tanto inquietó su conciencia que tan pronto fue posible, "levantándose fue bautizado" (Hch. 9:18). De nuevo, debe haber sido tentador para él demorar su bautismo pensando en su posición social prominente y en la cima de una carrera programada para él en el judaísmo. Pero esta estrella ascendente del mundo judío tomó la correcta e inmediata decisión de bautizarse y renunciar abiertamente a su anterior manera de vivir. Más adelante reflexionó sobre su elección de bautizarse: "Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo... lo he perdido todo [es decir, las cosas que vio como "ganancia" para él] y lo tengo por basura, para ganar a Cristo... olvidando ciertamente lo que queda atrás [las "cosas" de su vida judía anterior] y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio" (Fil. 3:7,8,13,14).

Este es el lenguaje de un atleta que se esfuerza por romper la cinta en la meta. Tal concentración de esfuerzo mental y físico debe caracterizar nuestras vidas después del bautismo. Debe entenderse que el bautismo es el comienzo de una carrera hacia el reino de Dios. No es solamente una señal de haber cambiado de iglesia y creencias; tampoco es una entrada pasiva a una vida tranquila de adherencia pasiva a principios cristianos vagamente definidos. El bautismo nos asocia en un sentido progresivo con la crucifixión y resurrección de Jesús (Ro. 6:3-5), ocasiones llenas de máximo dinamismo en todo sentido.

Como un anciano cansado, aunque espiritualmente triunfante, Pablo pudo recordar: "No fui rebelde a la visión celestial" (Hch. 26:19). Así como fue verdadero para Pablo, así es para todos los que han sido bautizados en propiedad: el bautismo es una decisión de la cual nunca nos arrepentiremos. El arrepentimiento es algo de lo que no nos arrepentimos como Pablo expresivamente lo señala (2 Co. 7:10). Toda nuestra vida estaremos conscientes de que hicimos la selección correcta. De pocas decisiones humanas podemos estar siempre tan seguros. La pregunta debe ser contestada seriamente: ‘¿por qué no debo ser bautizado?’


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