7.4 "EN EL PRINCIPIO ERA EL VERBO" (JUAN 1:1-3)
"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas" (Jn. 1:1-3).
Estos versículos, cuando se entienden apropiadamente, confirman y expanden las conclusiones alcanzadas en la sección anterior. Sin embargo, este pasaje es el que más se ha tergiversado para enseñar que Jesús existió en el cielo antes de su nacimiento. Un entendimiento correcto de estos versículos depende de lo que creamos que significa la expresión "el Verbo" en este contexto. No puede referirse directamente a una persona, porque una persona no puede estar "con Dios" y al mismo tiempo ser Dios. La palabra griega ‘logos’ que aquí se ha traducido como "Verbo", no significa en sí misma ‘Jesús’. Por lo general se traduce como "Verbo" o palabra, pero también como:
relatocausa
comunicación
doctrina
intención
predicación
razóndicho
nuevas
Sólo se habla del "Verbo" como "él" porque ‘logos’ es masculino en griego. Pero esto no significa que se refiere a Jesús. La versión alemana (de Lutero) habla de "dast wort" (neutro); la versión francesa (de Segond) habla de "la parole" en femenino, mostrando que "el Verbo" no indica necesariamente una persona masculina. La versión católica ‘Douay’ traduce "la Palabra".
"EN EL PRINCIPIO"
‘Logos’ puede referirse estrictamente al pensamiento interior que se expresa exteriormente en palabras y otra forma de comunicación. En el principio Dios tenía este ‘logos’. Este propósito singular estaba centrado en Cristo. Todo lo creado llegó a existir a causa del propósito que Dios tenía en Cristo –las estrellas, planetas, etc. fueron todas de algún modo creadas en conexión con el nacimiento, existencia y victoria de Cristo (y he aquí, por lo tanto, la humildad de Dios permitiendo el nacimiento y muerte de su Hijo en la forma en que lo hizo). Hemos mostrado como el Espíritu de Dios pone en actividad sus pensamientos interiores, lo que explica la conexión entre su Espíritu y su palabra (véase la Sección 2.2). Como el Espíritu de Dios desarrollaba su plan para los hombres e inspiraba desde el principio su palabra escrita, de ese modo comunicaba la idea de Cristo en su obra y palabras. Cristo era el ´logos’ de Dios, y por lo tanto el Espíritu de Dios expresaba el plan de Dios acerca de Cristo en todas sus actuaciones. Esto explica por qué tantos incidentes del Antiguo Testamento son típicos de Cristo. Sin embargo, no está demás recalcar que Cristo en persona no era "el Verbo" o la Palabra; "la Palabra" era el plan de salvación de Dios por medio de Cristo. ‘El logos’ ("la Palabra") se usa con mucha frecuencia en relación con el evangelio acerca de Cristo –por ejemplo, "la palabra de Cristo" (Col. 3:16 compárese con Mt. 13:19; Jn. 5:24; Hch, 19:10; 1 Ts. 1:8, etc.). Note que el ‘logos’ es acerca de Cristo, más bien que sea personalmente él. Cuando Cristo nació, esta "palabra" se convirtió en una forma de carne y sangre –"y aquel Verbo [o Palabra] fue hecho carne" (Jn. 1:14). Jesús era personalmente ‘el verbo hecho carne’ más bien que ‘el Verbo’ o Palabra. Él llegó a ser personalmente ‘el Verbo’ o Palabra cuando nació de María, más bien que en cualquier tiempo anterior.
El plan, o mensaje, acerca de Cristo estuvo con Dios en el principio, pero fue claramente revelado en la persona de Cristo, y en la predicaciòn del evangelio acerca de él en el primer siglo. De modo que Dios nos declaró su palabra por medio de Cristo (He. 1:1,2). Una y otra vez se recalca que Cristo expresó las palabras de Dios y realizó milagros por la palabra o mandato de Dios a fin de revelarnos a Dios (Jn. 2:22; 3:34; 7:16; 10:32,38; 14:10,24).
Pablo obedeció el mandato de Cristo de predicar el evangelio acerca de él "a todas las gentes". "La predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora... se ha dado a conocer a todas las gentes" (Ro. 16:25,26, compárese con 1 Co. 2:7). La vida eterna para el hombre solo fue posible por medio de la obra de Cristo (Jn. 3:16; 6:53,54); no obstante, en el principio Dios tenía este plan para ofrecer al hombre la vida eterna, sabiendo ciertamente del sacrificio que Jesús haría. La revelación completa de esa oferta sólo se produjo después del nacimiento y muerte de Jesús: "La vida eterna, la cual Dios... prometió desde antes del principio de siglos, y a su debido tiempo manifestó su palabra [de vida] por medio de la predicación" (Ti. 1:2,3). Hemos visto cómo se habla de los profetas de Dios como si siempre hubiesen existido (Lc. 1:70) en el sentido de que "la palabra" que ellos hablaban existió con Dios desde el principio.
Las parábolas de Jesús revelaron muchas de estas cosas; de ese modo él cumplió la profecía referente a sí mismo: "Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo" (Mt. 13:35). Fue en este sentido que "en el principio... el Verbo era con Dios", pero "fue hecho carne" en el nacimiento de Cristo.
"EL VERBO ERA DIOS"
Ahora estamos preparados para considerar en qué sentido "el Verbo era Dios". En esencia, nuestros planes y pensamientos somos nosotros mismos. ‘Me voy a Londres’ es una ‘palabra’ o comunicación que expresa mi propósito, porque es mi propósito. El plan de Dios en Cristo se puede entender de igual manera. "Porque cual es su pensamiento [del hombre] en su corazón, tal es él" (Pr. 23:7), y como piensa Dios es Dios mismo. Así la palabra o pensamiento de Dios es Dios: "el Verbo [la palabra] era Dios". Debido a esto, hay una asociación muy íntima entre Dios y su palabra; paralelismos como Salmos 29:8 son comunes: "Voz de Jehová que hace temblar al desierto; hace temblar Jehová el desierto" (compárese Sal. 56:4; 130:5). Declaraciones como "pero no me habéis oído, dice Jehová " (Jer. 25:7) son comunes en los profetas. En verdad, Dios quiere decir: ‘Uds. no han escuchado mi palabra hablada por los profetas’. En realidad, algunas veces ‘Jehová’ ha de leerse como significando ‘la palabra de Jehova’ (ejemplo, 1 S. 3:8). Del mismo modo, "la Escritura" se ha de entender como significando ‘Dios’ (Ro. 9:17, compárese Ex. 9:16; Gá. 3:8). David tomó la palabra de Dios como su lámpara y luz (Sal. 119:105), no obstante también expresó: "Tú eres mi lámpara, oh Jehová; mi Dios alumbrará mis tinieblas" (2 S. 22:29), mostrando el paralelo entre Dios y su palabra. Por lo tanto, es comprensible que se personifique la palabra de Dios como si fuese él mismo, es decir, se habla de ella como si fuese una persona, aunque no lo es (véase la Digresión 5, ‘El Principio de Personificación).
Dios es la verdad misma (Jn. 3:33; 8:26; 1 Jn. 5:10), y por lo tanto la verdad de Dios también es la verdad (Jn. 17:17). De manera similar, Jesús se identifica a sí mismo con sus palabras tan íntimamente que él personifica su palabra: "El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero" (Jn.12:48). Jesús habla de su palabra como si fuese una persona literal, es decir, él mismo. Sus palabras fueron personificadas porque estaban tan íntimamente asociadas con Jesús.
La palabra de Dios también se personifica como una persona, es decir, Dios mismo, en Juan 1:1-3. De modo que, referente a la palabra, se nos dice: "Todas las cosas por él fueron hechas" (Jn. 1:3). Sin embargo, "creó Dios" todas las cosas por su palabra de mandato (Gn. 1:1). Debido a esto, se habla de la palabra de Dios como si fuese Dios mismo. La enseñanza devocional que se puede sacar de esto es que por medio de la palabra de Dios que está en nuestro corazón, Dios puede llegar muy cerca de nosotros. Dios habló de cómo Israel "profanó" el mandato de guardar el Sábado, y luego, de cómo lo profanaron a Él (Ez. 22:26). Él es Su palabra, y despreciar sus pensamientos es despreciarlo a Él. Nuestra actitud hacia Su palabra es nuestra actitud hacia Él. Así Saúl pecó "contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó" (1 Cr. 10:13).
Es evidente por Génesis 1 que Dios fue el creador, por medio de su palabra, y no Cristo en persona. Fue la palabra o Verbo, que se describe como que hizo todas las cosas, y no Cristo en persona (Jn. 1:1-3). "Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos [es decir, las estrellas] por el aliento de su boca... él dijo y fue hecho" (Sal. 33:6,9). Incluso en el presente es por su palabra que se desarrolla la creación natural: "Él envía su palabra a la tierra; velozmente corre su palabra. Da la nieve como lana... enviará su palabra... y fluirán las aguas" (Sal. 147:15-18).
Como la palabra de Dios es su poder creativo, él la usó en el engendramiento de Jesús en el vientre de María. La palabra, el plan de Dios puesto en acción por su Espíritu Santo (Lc. 1:35), llevó a cabo la concepción de Cristo. María reconoció esto en su respuesta a las nuevas acerca de su inminente concepción de Cristo: "Hágase conmigo conforme a tu palabra" (Lc. 1:38).
Hemos visto que el Espíritu o Palabra de Dios refleja su propósito, el cual ha sido declarado en todo el Antiguo Testamento. Hasta qué punto es cierto, se muestra en Hechos 13:27, donde se habla de Jesús en paralelo a las palabras de los profetas del Antiguo Testamento: "[Los judíos] no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas". Cuando nació Cristo, toda la palabra o Espíritu de Dios se expresó en la persona de Jesucristo. Bajo inspiración, el apóstol Juan se regocijó por el modo en que el plan de vida eterna de Dios se había expresado en Cristo, a quien los discípulos habían podido palpar y ver físicamente. Ahora reconoció que ellos habían estado manejando la palabra de Dios, su completo plan de salvación en Cristo (1 Jn. 1:1-3). Aunque nosotros no podemos ver físicamente a Cristo, también podemos regocijarnos de que por medio de un verdadero entendimiento de él, podemos conocer tan íntimamente el propósito de Dios para con nosotros y de ese modo podemos asegurarnos la vida eterna (1 P. 1:8,9). Debemos hacernos las preguntas: "¿Conozco realmente a Cristo?" Tan sólo aceptar que una vez existió un hombre bueno llamado Jesús no es suficiente. Por medio de un constante y piadoso estudio de la Biblia, es posible entenderlo prontamente como nuestro Salvador personal y nos relacionaremos con él por medio del bautismo. Él juzgará a los hombres en el día postrero, pero también la palabra será juez de ellos(Jn. 12:48). El fue la expresión perfecta de la esencia de la palabra de Dios. En ese sentido, él fue aquella palabra. él fue de manera completa la Palabra/mensaje que él predicó.
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