Principios Básicos de la BIBLIA
ESTUDIO 3: LAS PROMESAS DE DIOS
Introducción | La promesa en Edén | La promesa a Noé | La promesa a Abraham | La promesa a David | Digresiónes (La destrucción de los cielos y la tierra) | Preguntas

3.5 LA PROMESA A DAVID

David, como Abraham y otros muchos receptores de las promesas de Dios, no tuvo una vida fácil. Creció como el hijo más joven en una familia grande, lo que en el Israel del año 1000 antes de J.C., significaba cuidar las ovejas y ser mensajero de sus dominantes hermanos mayores (1 S. 15-17). Durante este tiempo aprendió un nivel de fe en Dios que pocos hombres han alcanzado hasta ahora.

Llegó el día cuando Israel se vio enfrentado al desafío final de sus agresivos vecinos, los filisteos; fueron desafiados a que uno de sus hombres luchara con el gigante Goliat, el campeón de los filisteos, en el entendido de que cualquiera que ganara la lucha gobernaría a los perdedores. Con la ayuda de Dios, David derrotó a Goliat usando una honda, lo que le dio una popularidad aún mayor que la de su rey (Saúl). "Duros como el Seol los celos" (Cnt. 8:6), palabras que Saúl hizo realidad al perseguir a David, acosándolo por el desierto del sur de Israel.

Finalmente David llegó a ser rey, y para mostrar su aprecio por el amor que Dios le demostró durante el desierto de su vida, decidió edificar un templo a Dios. La respuesta de Dios fue que el templo lo edificaría Salomón, hijo de David, y que Dios quería edificar una casa a David (2 S. 7:4-13). Luego siguió una detallada promesa que repite mucho de lo que fue dicho a Abraham, y que también añadió algunos otros detalles:

"Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente" (2 S. 7:12-16).

Por nuestros estudios anteriores nosotros creemos que la "simiente" es Jesús. Su descripción como el hijo de Dios (2 S. 7:14) confirma esto, al igual que muchas otras referencias en otras partes de la Biblia:

-"Yo soy... el linaje de David", dijo Jesús (Ap. 22:16).

-"Jesucristo, que era del linaje de David según la carne" (Ro. 1:3).

-"De la descendencia de éste [David], y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel" (Hch. 13:23).

-El ángel le dijo a la virgen María referente a su hijo Jesús: "El señor Dios le dará el trono de David su padre [su ancestro]... y su reino no tendrá fin" (Lc. 1:32,33). Aquí se está aplicando la promesa de la simiente de David (de 2 S. 7:13) a Jesús.

Teniendo a la simiente firmemente identificada como Jesús, varios detalles adquieren ahora importancia:

1. LA SIMIENTE

"De tu linaje... el cual procederá de tus entrañas... Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo". "De tu descendencia pondré sobre tu trono" (2 S. 7:12,14; Sal. 132:10,11). Jesús, la simiente, habría de ser un descendiente literal y corporal de David, y no obstante tener a Dios como su Padre. Esto sólo se podía lograr por medio del nacimiento virginal según se describe en el Nuevo Testamento; la madre de Jesús fue María, una descendiente de David (Lc. 1:32), pero él no tuvo padre humano. Dios obró milagrosamente en el vientre de María mediante el Espíritu Santo para hacerla concebir a Jesús, y por eso el ángel comentó: "Por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios" (Lc. 1:35). El "nacimiento virginal" era el único modo por el cual se podía cumplir apropiadamente esta promesa a David.

2. LA CASA

La frase "él edificará casa a mi nombre" (2 S. 7:13) muestra que Jesús edificará un templo para Dios – tanto literal como espiritual. Ezequiel 40-48 describe que en el Milenio ( los primeros 1000 años del reino de Dios después de que Jesús regrese a la tierra) se edificará un templo en Jerusalén. La "casa" de Dios está donde Él esté dispuesto a vivir, y en Isaías 66:1,2 se nos dice que Él vendrá a vivir en el corazón de los hombres que sean humildes ante su palabra. Por lo tanto, Jesús está edificando un templo espiritual, formado de los verdaderos creyentes, para que Dios lo habite. Descripciones de Jesús como la piedra base del templo de Dios (1 P. 2:4-8) y de los cristianos como las piedras del templo (1 P. 2:5), ahora adquieren sentido.

3. EL TRONO

"Afirmaré para siempre el trono de su reino [de Jesús]... tu casa y tu reino [de David]... tu trono será estable eternamente" (2 S. 7:13,16 compárese con Is. 9:6,7). Por lo tanto, el reino de Cristo estará basado en el reino de Israel que regía David; esto significa que el reino de Dios venidero será un re-establecimiento del reino de Israel – véase el Estudio 5:3 para más información sobre esto. Para cumplir esta promesa, Cristo debe reinar en el "trono", o lugar de gobierno, de David. Este estaba literalmente en Jerusalén. Esta es otra prueba de que el reino debe establecerse aquí en la tierra a fin de que se cumplan estas promesas.

4. EL REINO

La frase "será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro" (2 S. 7:16) sugiere que David presenciaría el establecimiento del reino eterno de Cristo. Por lo tanto, esta fue una promesa indirecta de que él resucitaría al regreso de Cristo de modo que pudiera ver con sus propios ojos cómo el reino se establecería en todo el mundo, con Jesús reinando desde Jerusalén.

Es absolutamente vital entender estas cosas que fueron prometidas a David. David gozosamente se refirió a estas cosas como "pacto perpetuo... toda mi salvación y mi deseo" (2 S. 23:5). Estas cosas también tienen que ver con nuestra salvación; regocijarse en ellas debería asimismo ser todo nuestro deseo. De la misma manera que con las promesas a Abraham, si estamos en Cristo, todo lo que es verdad de la simiente prometida de David es en cierto modo verdadero de nosotros. Así que nuevamente queda en claro que estas doctrinas son importantes. Es una tragedia que la cristiandad enseñe doctrinas que contradicen categóricamente estas verdades maravillosas:

-Si Jesús "pre-existió" físicamente, es decir, existió como persona antes de nacer, entonces esto quita sentido a estas promesas de que Jesús sería la "simiente" o descendiente de David.

-Si el reino de Dios estará en el cielo, entonces Jesús no puede re-establecer el reino de Israel que regía David, ni puede reinar desde el "trono", o lugar de gobierno, de David. Estas cosas estuvieron literalmente en la tierra, de modo que su re-establecimiento debe ser en el mismo lugar.

¿SE CUMPLEN LAS PROMESAS EN SALOMÓN?

Salomón, hijo de David, cumplió una parte de las promesas que se hicieron a David. Él edificó un templo para Dios (1 R. 5-8), y tuvo un reino muy próspero. Naciones de todas partes enviaban representantes para ofrecer sus respetos a Salomón (1 R. 10), y había gran bendición espiritual por el uso del templo. Por lo tanto, el reinado de Salomón apuntaba hacia el cumplimiento mucho mayor de las promesas que se hicieron a David, lo cual se verá en el reino de Cristo.

Algunos han afirmado que las promesas hechas a David se cumplieron completamente en Salomón; pero esto es refutado por lo siguiente:

-Abundante evidencia en el Nuevo Testamento muestra que la "simiente" es Cristo, no Salomón.

-Parece que David conectó las promesas que Dios le hizo a él con las que hizo a Abraham (1 Cr. 17:27 = Gn. 22:17,18).

-El reino de la "simiente" habría de ser perpetuo y el de Salomón no lo fue.

-David reconoció que las promesas se referían a la vida eterna, lo que excluía toda referencia a su familia inmediata: "No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo" (2 S. 23:5).

-La simiente de David es el Mesías, el Salvador del pecado (Is. 9:6,7; 22:22; Jer. 33:5,6,15; Jn. 7:42). Pero después Salomón se apartó de Dios (1 R. 11:1-13; Neh. 13:26) debido a su alianza matrimonial con los que están fuera de la esperanza de Israel.


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